Crecí en una familia conservadora. Y allí, si quieres tener un amante, tienes que casarte. Durante 5 años, he estado aislado del mundo. No tenía experiencia en el mundo exterior. Conocí a alguien, su nombre era Muhammed. Pensé: «Si me casaría con él, al tomar una decisión sobre mi vida, tendría que convencer sólo a él, no a los demás». Fue más fácil. Solo tenía 19 años y decidí casarme con Muhammed.
Para mí, el matrimonio era inevitable y obligatorio. Pensé que fui yo quien eligió casarse. Mi expectativa del matrimonio era tener un amante, pero las expectativas de mi esposo y su madre eran muy diferentes. Vivíamos con mi suegra. Al final de pasar un año, me convencí de que no era normal. No estaba funcionando. Había dos sistemas separados y estaban en conflicto. Me decían «Esta es tu casa, hija», pero cada vez que intentaba hacer un plan para el cambio de diseño me decían «Esta es la casa de mamá». No podía sentirme como un perteneciente de esa casa, empeoraba día a día. Solo me gustaba mi cuarto, quería pasar todo el tiempo allí. Un día, mi suegra me dijo «Muhammad no está enamorado de ti, no esperes que te ame» «Aceptaste nuestras condiciones antes de venir a esta casa» «Mi hijo es muy precioso, debes apreciarlo» y esas cosas. Luego me di cuenta de que tampoco había pertenencia a mi marido. Si mi marido no estaba enamorado de mí, ¿qué estaba haciendo allí? Me sentí como una cocinera, una limpiadora o una prostituta que trabaja para una miseria.
Tenía responsabilidades como dar a luz a un hijo y mantener una casa. Tenía 19 años y aún no sabía quién era yo, tenía demasiadas responsabilidades. Sin embargo, sabía mucho sobre mi esposo, sus sueños, sus pasatiempos, pero no tenía idea de qué me haría feliz o enojado.
Yo era una mujer, se suponía que debía hacer todas estas cosas con mi esfuerzo. Esperar un agradecimiento fue maleducado. Tenía 19 años. Pensaron que podían manipularme fácilmente y eso fue lo más irrespetuoso para mí. Todas mis faltas e ignorancia fue por culpa de mi juventud para ellos.
Solíamos vivir en un pueblo pequeño. No tenía ningún amigo con quien puedo hablar de eso. Tenía pensamientos vacíos. Me culpaba a mí mismo y me sentía insuficiente. Lo que sea que haya hecho, nada que considere un error, me gritaba, golpeando cosas como si fuera yo. Estaba tan asustada. En tales condiciones, aprobaría mis exámenes con éxito. Un día gané dinero, compré regalos para mi esposo y mi hermano. Un día viajé al extranjero y me di cuenta de que puedo tener grandes sueños. Un día comencé la escuela y me di cuenta de que mis preguntas inútiles son útiles en realidad. Una mujer hace lo que hay que hacer y ella siempre es insuficiente. Sin embargo, cualquier cosa que haga un hombre es una bendición. ¿Por qué tengo que vivir así solo porque las mujeres antes trataban a los hombres como tales? ¿Por qué debería estar siempre agradecido con ellos, pero nadie me aprueba? ¿Por qué debería siempre decir «sí» a una persona que no puede diferenciar el respeto y la obediencia?
Siempre manejé mis responsabilidades correctamente. Por eso me dejan estudiar y trabajar. Porque si una mujer termina sus quehaceres domésticos y luego logra el éxito en su tiempo libre, es respetable. ¿Cómo podría soportar no ser respetada, viviendo en una familia así?
Estaba feliz con Muhammed. Si no digo esto, perdería mis últimos tres años. Pero cuando lo miré, ya no podía sentir emoción ni amor. El grito de mi mente, mi imparable voz interior y la oscuridad… Como siempre diría Muhammed, soy una persona honesta. Para mí, engañar no es estar con otra persona, es estar con alguien a quien no amo. Mi excesivo amor por él se acabó. No me siento igual que el año pasado, antes me sentía agradecida y misericordiosa. Pero ahora soy más racional. Quiero divorciarme porque no pertenezco a Muhammed ni a un matrimonio.
¿Por qué debería soñar como ellos quieren? Yo existo y puedo existir sin depender de nadie. Quiero divorciarme y no me importa quien sea el culpable. Estoy tratando de construir una identidad y mientras lo hago, no quiero que nadie me estorbe, ni siquiera las personas que amo. Quiero divorciarme porque no quiero que una decisión que tomé a los 19 años me afecte más.
Traductor: abejita
(Imagen: Eze Amos)